Ir al contenido principal

Finalista en el concurso de la editorial Zenda dedicado al centenario de Miguel Delibes

Muy contento de haber quedado entre los diez finalistas del concurso de relatos de la editorial zenda. Esta vez el concurso estaba dedicado al centenario de Miguel Delibes. Es la tercera vez este año que he quedado entre los diez finalistas de los concursos de esta editorial; dos de relatos y uno de poesía, y eso anima y crea buenas sensaciones.

https://www.zendalibros.com/concurso-de-historias-rurales-primeros-10-seleccionados/




 





 


Comentarios

Entradas populares de este blog

BZZZZ Z*

  Imagina que eres una mosca doméstica y que te llamas O, por ejemplo (nosotras nos ponemos nombres cortos para ahorrar tiempo). Supón, O, que asumes tu naturaleza díptera y eres consciente del rol que te ha tocado vivir, por lo que no puedes hacer otra cosa que seguir tu instinto sin más. Desde ahora, las horas que pases despierta (entre la siesta y el descanso nocturno dormimos unas dieciséis horas diarias) las vas a dedicar al sexo, a poner cientos de huevos, a revolotear por la basura, a succionar azúcar y excrementos, a frotarte las patitas y a buscar la temperatura adecuada en las fuentes de otros organismos con la sangre caliente; tarea que harás sin ánimo de molestar, naturalmente. Aunque debes saber, O, que esa constante búsqueda de calor, a las moscas nos resulta doblemente agotadora, pues todos los seres que lo transmiten, además de tenernos manía persecutoria, encuentran harto desagradable tanto nuestra insistencia como nuestra misma existencia. De ahí su afán por apl...

MI PEQUEÑA Y DULCE SANDÍA

  F ue en Salou, durante las vacaciones del ochenta y dos, donde pasé las últimas y más efervescentes semanas de mi vida junto a Jeanette. Ese año, incomprensiblemente, nuestros padres dejaron de pedirnos explicaciones y se quitaron de encima la responsabilidad (que tan pesadamente parecían cargar todos los veranos) de ejercer de celosos carceleros de sus dos hijos, entonces adolescentes; apenas nos echaban en falta, salvo cuando se quedaban sin tabaco o cerveza fresca, y solo nos buscaban para que fuéramos a comprar al bar del camping o cuando, en mitad del aperitivo —abochornados, pero jocosos—, caían en la cuenta de que habían empezado a comer sin nosotros (de pronto, me parece escuchar la voz de mi madre surgiendo entre las risas y el sonido de los chapuzones de la chiquillería en la piscina: «¡¡Javi, Jeanette, la paella está en la mesa!!»). Lógicamente, estábamos encantados de verlos tan felices y despreocupados, y más aún, de sabernos libres y enamorados...

LA MEMORIA DE REMEDIOS

LA MEMORIA DE REMEDIOS Como tantas noches desde hace meses, después de calcular que su estómago había completado con éxito la digestión de la pieza de fruta y el yogur desnatado clesa , Remedios se retiraba a paso resignado a su minúscula habitación de la residencia en compañía de la cuidadora de turno. Antes de acostarse tenía la mujer la sana costumbre de reordenar lo ordenado y pasar un trapo y un multiusos a los pocos enseres del básico rectángulo que ahora definía su vida. Ya estaba en la cama dispuesta a apagar la luz y descansar cuando vio una diminuta huella en el pie mismo de la lámpara de la mesita, sacó del cajón un pañuelo de tela Guasch , sus favoritos, exhaló vaho sobre el metal dorado y comenzó a frotarlo con ánimo casi masturbatorio. Como consecuencia de la fricción o de la imaginación de la anciana, eso poco importa, surgió en el haz luminoso de la lámpara un espectro etéreo y verdoso de apariencia bonachona que desperezándose trataba de adaptarse a su nueva ...